Os dejamos un artículo de Felipe Colavidas, responsable del Área de Cooperación al Desarrollo de la Habitabilidad Básica en la ETSAM y profesor de esta misma escuela en las asignaturas de "Urbanismo. Bases y Proyecto" y "Habitabilidad Básica. Instrumentos de planeamiento para asentamientos precarios". Está publicado en la nueva wiki del Ichab para la habitabilidad básica en Haiti:
"Habitabilidad Básica¿Qué entendemos exactamente por “condiciones elementales de habitabilidad”, por habitabilidad básica? No sólo la satisfacción de las necesidades fundamentales de vivienda (siete metros cuadrados construidos seguros por persona en un cobijo pensado para crecer y progresar); sino también las relativas a todo su asentamiento (a su ubicación, desde luego, en suelo adecuado y seguro); al correspondiente espacio público con sus elementos de urbanización e infraestructuras (acceso a quince litros de agua, cinco de ellos potable, por persona a menos de trescientos metros de su casa; saneamiento de letrina seca compartida, para un número adecuado de familias; evacuación segura de aguas pluviales; caminos y calles de tierra estabilizada; energía básica; recogida de basuras; transporte; comunicaciones...); a sus equipamientos (de puesto de salud y escuela); así como al espacio productivo necesario (para el sector servicios, los talleres domésticos y la subsistencia agropecuaria).
La habitabilidad básica, más allá del propio asentamiento, concierne incluso a todo el entorno externo como sistema de asentamientos en el territorio. Es pues el paso de la geografía natural (siempre inadecuada al morar humano, por muy de moda que esté ahora la sostenibilidad) al territorio construido como lugar habitable y nutricio en el que satisfacer de manera saludable las urgencias materiales del vivir humano, para poder seguir así progresando hacia la vida buena. Los demás animales se adaptan al medio pero nosotros, contrariamente, adaptamos el medio a nuestros propios intereses, en cuanto sujetos que estamos más allá de lo biológico y, en cierta medida, ejercemos de protagonistas de nuestro propio destino.
La habitabilidad básica es pues la que satisface las necesidades vitales no sólo de alojamiento y residencia –del estar–, sino también de producción –del ser material activo–; dado que estamos hechos más para la creación y la aventura del ejercicio libre que se gana laboriosa y responsablemente la vida, que para el consumo sedentario y subsidiado. Se trata, claro está, de una construcción que obligadamente tiene que ser de bajo coste: realizada no como un ideal de inversión completa ya desde su primera implantación, sino todo lo contrario, como una especie de, por así decir, “pobreza decorosa” capaz, eso sí, de progresar con previsión, pues es, frente a toda espontaneidad precipitada, concebida y planificada precisamente para su paulatino crecimiento y mejora.
Desde una perspectiva moral, que es la que nos concierne a la hora de identificar los problemas, la precariedad residencial que acabamos de dimensionar es pues, como ya hemos dicho, el primer problema mundial al que se enfrenta el sector de la construcción y las distintas disciplinas que lo integran: Ordenación del territorio, Urbanismo, Arquitectura, Ingenierías, Topografía, Sociología, Políticas, etcétera. De igual manera, la habitabilidad básica, que ofrecemos como posible solución a este ingente primer problema, se presenta también como la primera herramienta de lucha contra la pobreza en todos los frentes, también, desde luego, en el de la cooperación internacional al desarrollo. El vestido está ya satisfecho a nivel mundial, y la alimentación, sin dejar de ser también un problema de entidad, presenta, frente a la habitabilidad, mucho menos dificultad económica y técnica para poder lograr definitivamente su satisfacción vital. Ciertamente, llegar a universalizar la habitabilidad básica supone, más allá de la existencia de una verdadera voluntad política, tanto en los distintos niveles administrativos como individualmente en las personas, muchas más dificultades objetivas: económicas, técnicas, institucionales y hasta de conocimientos específicos. Por dar un dato estimativo y grosero, creo que 600 euros por persona, 3.000 euros por familia media de cinco personas, unido al esfuerzo público desplegado en los distintos niveles administrativos y al ingente trabajo de autoconstrucción organizada y eficiente que deberán realizar los propios pobladores, podrían, quizá, lograr ese nivel elemental de construcción de todas las estructuras físicas que constituyen la habitabilidad básica, su universalización.
La habitabilidad básica es pues una materia (en realidad, si se me permite, una teoría y una práctica instrumental) específicamente creada para la forma de cooperación al desarrollo que es, a mi juicio, más equitativa y más justa, la que prioriza la satisfacción de las necesidades materiales básicas de todas las personas, en este caso las correspondientes a la habitabilidad: al territorio construido, al asentamiento, la residencia y la producción. En vista a una jerarquización fructífera del desarrollo estable y duradero, sólo la habitabilidad ofrece un plan vital integrado para llevar a cabo la laboriosa transformación de la naturaleza virgen en aceptable residencia humana; que es la que únicamente inaugura y, a su vez, establece las auténticas condiciones de posibilidad para que esas otras carencias vitales puedan quedar también alguna vez adecuada y perdurablemente satisfechas. Frente a los asentamientos informales surgidos desde la inmediatez y la precariedad espontánea e imprevisora, la habitabilidad básica se formula a través de un proceso canónico, de mejora progresiva, en cuatro etapas:
1. Elección del sitio, que garantizará los suelos adecuados a la residencia y a la producción, así como la previsión de su invulnerabilidad a los distintos tipos de catástrofes crónicas.
2. Parcelación estricta que fijará el orden geométrico del asentamiento con la división estricta entre el suelo privado, constituido por las parcelas de vivienda y equipamiento, y el de la red de los espacios libres públicos.
3. Urbanización mediante obras de bajo coste para la realización de calles y caminos con todas sus infraestructuras, primero funcionando con mínimos aceptables en determinados nodos de concentración (fuentes públicas, letrinas compartidas, caminos de tierra con transporte informal…) pero planteadas para su posterior paulatina mejora hasta ver consolidado su funcionamiento formalizado y eficiente en red.
4. Edificación de las parcelas, mayoritariamente las privadas para vivienda semilla, por motivos de autoconstrucción, casi en exclusiva unifamiliar; pero también los lotes públicos para los pequeños equipamientos de escuela y puesto de salud; además de las construcciones necesarias para las parcelas con actividades productivas de: servicios, talleres, sector agropecuario…
La intervención pública deberá concentrar su protagonismo en las dos primeras etapas que, en última instancia, son las determinantes para la obtención de resultados satisfactorios por encontrarse en el origen y marcar así todo el proceso urbanizador. Un sitio bien elegido y una parcelación clara, representan gastos muy inferiores a los de las otras dos etapas, las finales –que son ya de obra–, y sin embargo son las que determinan con máxima eficacia cualquier acción urbanística de desarrollo posterior. Tanto la urbanización como la edificación corresponden ya, efectivamente, a la realización de proyectos de obras que tienen que ver, por tanto, con los grandes gastos de inversión. Lógicamente, la inversión institucional deberá reducir a lo esencial sus acciones en viviendas, tipo semilla, y relegar en general los subsidios en edificación relativa al interior de las parcelas familiares privadas, para concentrarse también en materia constructiva en la urbanización correspondiente al espacio público y sus infraestructuras.
¡Animo pues, constructores en general, arquitectos y obreros!, que todo parece estar ahora en su sazón edificante, ya que si la mayoría de las veces casi nada crucial cabe esperar de las épocas pletóricas, ahora estamos en crisis y de su menesterosidad, al calor del dolor, pueden surgir meditaciones y obras sorpresivas. En lo que a nuestro sector productivo respecta, sólo después de contribuir a erradicar la miseria material mediante la universalización de la habitabilidad básica podremos decir con fundamento aquello de: “se acabó la pobreza, empiezan los auténticos problemas”; sólo así haremos frente a las nuevas contrariedades y podremos fortalecer nuestra existencia con más longanimidad. Y así sucesivamente...
Este proceso canónico de urbanización de la habitabilidad básica resulta un sistema sumamente operativo e integrador para poder realizar lo concebido por Amartya Sen, en su libro Desarrollo y libertad, cuando define el progreso como “la posibilidad de que la gente pueda llevar el tipo de vida que quiere”. La propia construcción del territorio como lugar habitable es, ciertamente, el instrumento material que mejor se adapta y el concepto con que mejor pensamos, nos representamos y expresamos esa posibilidad: la del tipo de vida que cada uno queremos llevar. Todo esta teoría y su práctica instrumental se sustentan, claro está, en una antropología de la libertad y la dignidad humana: la de que ningún hombre sea tomado como simple cosa, cosificado, sino tratado como fin en sí mismo; ya que, sin dejar de estar implicados todos en el destino de todos, en última instancia, la emancipación personal es radical patrimonio y labor de cada cual, de él en sus circunstancias concretas. En eso consiste la tarea: ésta creo que es la difícil jugada de nuestra libertad bajo el clarísimo rayo de luz y el restallar de la tralla. "
Felipe Colavidas